VELEFIQUE
Velefique es uno los pueblos de la pizarra, de empinadas y estrechas calles, donde el arte de poner piedra y construir con ella ha conseguido la maestría. Los aleros y tejados negros de pizarra, las blancas paredes y las calles empedradas le diferencian de los pueblos del valle. El llamado Poblado Febeire, a los pies de la antigua alcazaba, es claro ejemplo de esa arquitectura de la pizarra.
Está aceptado que fue allá por el siglo VIII cuando un pequeña tribu de árabes romanizados conformaron el primer núcleo, y que le llamaron Balafiq, o valle de las higueras, y allí levantaron un siglo después fortaleza amplia y robusta, de la que aún quedan sus fundamentos. Fue uno de los pueblos que hasta el siglo XV debió estar dentro de la muralla como núcleo fortificado y luego fue creciendo ladera abajo a un lado y a otro del barranco, conformando los tres barrios que hoy lo componen: el de Triana o Mezquita, el barrio Alto y la Plaza.
Su iglesia mudéjar del XVI atesora un ejemplar único de artesonado en forma de artesa invertida, muy bien conservado, y una talla de la Purísima del taller de Alonso Cano. Este patrimonio se une a su Mezquita, a los pies de la alcazaba. Parece que no hubiera pasado el tiempo. Tal es así que no hace muchos años se encontró en Marruecos a la familia descendiente de los fundadores de este pueblo, que ha sabido guardar el encanto andalusí en su estructura y en sus hermosas huertas abancaladas en escalera.
Aún se mantienen bancales de higueras para hacer honor a su nombre, aunque el almendro domina el paisaje y perviven bancales monte arriba hasta las cumbres, donde se sembraba cereal en condiciones casi imposibles.
La tradición fija sus fiestas patronales en honor de San Roque y de la Purísima Concepción del 15 al 17 de agosto. En ellas se representan las relaciones de Moros y Cristianos, de larga tradición. También se celebra el Día del Romero, el 2 de febrero, el mismo que abunda en sus montes, y la Fiesta de la Matanza el primer fin de semana de enero.
La gastronomía es recia como en el resto de Filabres, con las harinas para migas, gachas, tarbinas y gurullos como base y el trigo y la olla como platos densos para los fríos inviernos. En esos inviernos en que se reúnen los vecinos para ayudarse a hacer el laborioso y exquisito turrón con miel y almendras.