Antes, venía de una carrera como actriz en la que tiene hitos como su participación en obras de teatro como ‘Humo’, donde trabajó durante cerca de tres años con dos grandes como Kiti Mánver y Juan Luis Galiardo; en películas como ‘La voz dormida’, de Benito Zambrano; e incluso en televisión, con papeles por los que aun es recordada por el público en series como ‘Yo soy Bea’ o ‘El auténtico Rodrigo Leal’.
Tras revolucionar la escena teatral almeriense con el proyecto de Microteatro que, aunque duró solo un año, sirvió para dar un impulso a los autores e intérpretes de la ciudad, impulso que aun perdura, con frecuentes estrenos de obras, llegó a la EMMA, donde ha seguido en contacto con lo que se crea aquí y en el resto del país. Y ahora, junto a su equipo, afronta el reto de insuflar nueva vida también a unas Jornadas de Teatro del Siglo de Oro que en abril van a celebrar su 37ª edición.
¿Cómo has recibido la noticia de tu nombramiento como directora de las Jornadas del Siglo de Oro?
Con una alegría inmensa, es un sueño cumplido. Me hace muchísima ilusión.
¿Cuáles serán las claves de tu programación para las Jornadas del Siglo de Oro?
Una es recuperar figuras femeninas claves del siglo de Oro, como Ana Caro de Mallén o María de Zayas, que es uno de los montajes que traemos. También, acercarlas a la gente de la calle y a públicos más jóvenes. Las Jornadas están conectadas con un tipo de público muy concreto, de una edad de 30 o 40 en adelante, y gente interesada por el teatro, la cultura o la literatura, que se acerca de manera natural a las Jornadas. El reto está en acercar el Siglo de Oro, los autores y autoras de esa época, a los más jóvenes, que están menos familiarizados con este tipo de teatro.
¿Qué otros retos te planteas en esta nueva etapa para impulsar el festival?
Hay poco margen de maniobra para alcanzar retos muy ambiciosos, porque ha sido un concurso que se ha sacado con muy poco margen de tiempo. Todos los licitadores hemos tenido que presentar unos anteproyectos un poco ‘apresurados’, intentando que mantengan la calidad de las Jornadas. Pero si hubiésemos tenido un margen más amplio, podrías ponerte retos mayores. Aun así, para mi equipo es fundamental conectar con la ciudad y una de las novedades más importantes que vamos a introducir es la creación de una ‘app’ para que la gente pueda hacer seguimiento de la programación, con información sobre el Siglo de Oro, que se puedan subir contenidos por parte de los usuarios, y las noticias más destacadas. Incluso con un chat donde responder a preguntas como dónde comprar las entradas o cuáles son las compañías que va a haber.
Otro reto sería que las instituciones entiendan que para que las Jornadas puedan alcanzar una proyección en el tiempo, los proyectos que resulten ganadores deberían serlo como mínimo durante dos o tres años, para que pueda consolidarse. Carece de sentido hacer cosas tan puntuales, cuando además no puedes estar conectado con otros festivales a nivel nacional, que sería interesante volver a estarlo. Incluso darle carácter internacional. Pero es imposible hacerlo si el contrato termina el último día de las Jornadas.
Desde hace cinco cursos, llevas el aula de teatro y la programación teatral de la EMMA. ¿Qué estáis desarrollando allí para fomentar el gusto por las artes escénicas?
Son dos proyectos independientes, aunque a veces se entrecruzan. Con el aula de teatro, mi objetivo siempre ha sido crear una comunidad de alumnos y alumnas con un interés común, el teatro. Despertar en ellos la pasión por hacer pero también por ver, entender, consumir y leer teatro. Y alrededor de ese interés, hacer cosas juntos. Aparte de las clases y los montajes que llevamos a cabo en la Semana de Teatro, al final de curso, promovemos actividades como viajes al Festival de Almagro o al de Mérida, hemos hecho retiros de teatro de fin de semana, salimos a ver programación teatral a Roquetas o al Apolo, vamos a encuentros que promueven en LaOficina, hemos ido a ver a Angélica Liddell al Museo de la Guitarra, que la trajo la Facultad de Poesía José Ángel Valente hace dos años. Siempre que nos enteramos de actividades de este calado cultural, no dudamos en trasladar la clase adonde haga falta.
Luego, en la programación cultural, intentamos dar voz al talento local, a la gente que está haciendo cosas en Almería. Intentamos estrenar textos de gente de aquí como Antonio de la Trinidad Ruiz. Su ‘El perjurio’, interpretado por Esteban Lazo, lo estrenamos aquí; o ‘Mujeres al viento’, el proyecto de Adán Torres sobre la Desbandá, también lo estrenamos aquí. Siempre que podemos intentamos estrenar y, si no, programar espectáculos locales. Y en la medida de lo posible, traer también propuestas de fuera de la ciudad.
Antes, fuiste una de las fundadoras del Microteatro en Almería, una iniciativa de éxito en ciudades como Madrid pero que aquí no llegó a arraigar. ¿Qué experiencias sacaste de ello?
A pesar de que aquí no arraigó, la semilla del espectáculo de teatro en pequeño formato sí que lo hizo. Fue el germen de un movimiento que se ha extendido y que continúa hasta hoy. Tomaron el relevo Fernando Labordeta y otros compañeros que siguen programando cosas en la Tetería de los Baños Árabes y otros espacios que lo han recuperado, como El Zaguán, que es una institución en cuanto a café-teatro, pero tuvo un periodo más aletargado y ha vuelto a despertar. Sobre todo, creo que conectó a mucha gente de Almería que estaba haciendo cosas parecidas pero estaban desconectadas; se creó un movimiento muy productivo.
Y a nivel personal, que yo esté aquí ahora, dirigiendo las Jornadas del Siglo de Oro o llevando la gestión cultural de la EMMA y el aula de teatro es consecuencia directa de haber montado el Microteatro en Almería. Fue el paso previo a entender en qué consiste llevar una dirección artística, en qué consiste gestionar un espacio que tenga que ver con la cultura. Y en una ciudad como Almería, donde no tenemos escuela de arte dramático, no tenemos tanta gente produciendo y haciendo teatro. A mí me llegaban los textos y tenía que elegir a un director o directora, hacer el casting de actores, ponerlos en contacto, buscar a quien diseñara el cartel… Fue un máster, un aprendizaje brutal que ha dado muchos frutos a pesar de que el proyecto no durase.
¿Cómo ves la escena almeriense actual?
Yo creo que está revitalizada, hay proyectos, aunque sean de pequeño formato. Y a nivel de gestión privada, las asociaciones culturales, no solo de teatro, como La Guajira, Clasijazz, LaOficina o La Resistencia, son espacios que eran necesarios y que están haciendo una labor titánica, fundamental y muy valiosa. Luego hay gente que produce teatro, que hace teatro, que escribe teatro, dando lugar a cosas muy interesantes.
En los espacios tradicionales, institucionales, las salas de mayor aforo, quizá nos falta hacer una programación más arriesgada, menos comercial, y traer lo que de verdad se está haciendo en teatro en espacios como las Naves del Matadero en Madrid, o en festivales de otras ciudades. Estamos anclados en una programación que va a lo seguro, con mucho revival musical. Está el ciclo Delicatessen, que cuesta mucho mantenerlo, y echo de menos apuestas como esa en el resto de espacios escénicos.
Antes de volver a Almería, trabajaste con grandes de la escena como Juan Luis Galiardo o Kiti Mánver en ‘Humo’. ¿Qué tal fue esa experiencia?
Kiti Mánver es una persona muy importante en mi vida, es una íntima amiga a la que admiro como mujer, como actriz, una profesional en todos los sentidos. El día que cayó la prueba para hacer esa obra, ‘Humo’ de Juan Carlos Rubio, y me dijeron que ella estaba allí, supe que tenía que estar en ella. Fue aun mejor de lo que me imaginaba. Me encontré una persona de una gran calidad humana.
Y de Juan Luis Galiardo, todo lo que hayas oído es poco. Todo lo que has oído es verdad, y lo puedes multiplicar por mil. Era excesivo en todo, en lo bueno y en lo malo, desbordada ira y rabia pero también amor y ternura. Era como una especie de niño pequeño del que aprender muchísimo, porque era historia viva del cine español, que en la época en que lo conocí buscaba reconocimiento como actor. Era un gran productor de teatro, incluso mejor que actor. Era una persona conflictiva, consciente de quién era y que a veces le gustaba jugar a ser el personaje Juan Luis Galiardo. Era una persona histriónica, excesiva. Puedo contar millones de anécdotas que he vivido en primera persona, desde puñetazos y patadas a puertas porque la obra de al lado había vendido más entradas que nosotros la tarde anterior, a verle llorar. Él era el primero en contar estas cosas, no era nada pudoroso. En el homenaje que se hizo en el Teatro Español cuando falleció, sus amigos, actores y actrices como Santiago Segura o Antonio Resines, subieron a contar anécdotas de este tipo. Él contaba cómo en el rodaje de ‘La niña de tus ojos’ acababan en prostíbulos y jugándoselo todo en casinos. Yo, la única vez que he estado en un casino, fue de su mano, el único en que se dejaba entrar a sí mismo.
Pasé a su lado tres años y pico y siempre me trató de manera muy paternal, que no era lo normal. Para él, la relación con la mujer era siempre la del seductor, pero conmigo no, a mí me acogió como una hija o discípula, de lo cual me alegré mucho. Podría estar hablando de él todo el día. Le quise mucho y le tengo muchísima gratitud, porque fue el que creyó en mí y me dio el papel en ‘Humo’.
También montaste una compañía, Enteatradas.
Empezamos la casa por el tejado. Terminamos en la Escuela de Arte Dramático, éramos un grupo de diez chichas. Hicimos ‘La casa de Bernarda Alba’, dirigida por Vicente León, y cuando terminamos estábamos tan orgullosas y contentas de nuestro montaje que por qué no hacer una compañía profesional sociedad limitada y moverla. Claro que sí. Nos liamos la manta a la cabeza, recién licenciadas, y acabamos llevando nuestra Bernarda Alba a Canarias y Extremadura, haciendo de todo, montando la escenografía, dirigiendo focos, poniéndonos en la mesa de luces, maquillándonos y saliendo a hacer los personajes… Aquello sí que fue un aprendizaje, que duró un año, cuando cada una acabó cogiendo su camino.
Muchos te conocen por tu trabajo en televisión, en series como ‘El auténtico Rodrigo Leal’, ‘Yo soy Bea’ y ‘Hospital Central’. ¿Qué te aportó, además de visibilidad, trabajar en un medio tan distinto como la tele?
La visibilidad, la notoriedad y la posibilidad de que te ofrezcan más trabajo es consecuencia directa. De hecho, trabajé en televisión e inmediatamente después conseguí un representante, algo fundamental para poder seguir trabajando, y sin haber pasado por la tele todavía lo estaría buscando. La independencia económica también es importante, la televisión es el medio que más libertad económica te da como actor o actriz. Y
A nivel profesional, como actriz, te sitúa en la inmediatez, sobre todo cuando trabajas en una serie diaria, como es el caso de ‘Yo soy Bea’ o ‘El auténtico Rodrigo Leal’, tienes que resolver de manera muy rápida, apenas sin dirección. Por ejemplo, con mi personaje de ‘Yo soy Bea’, encajo cuando la serie lleva ya un rodaje de varios años. Entonces tienes que meterte en un engranaje que ya va perfectamente rodado, en el que tienes que ser muy resolutiva. Y luego está la técnica televisiva, que se acerca más al cine, no tiene nada que ver con el teatro. Tienes que trabajar cosas como la contención, la mirada, el eje, el plano contraplano. Tienes que empezar a ser consciente de una técnica de interpretación que es diametralmente la opuesta a estar encima de un escenario.
Hoy en día, son precisamente las series las que viven una edad de oro, en calidad y cantidad. ¿Te plantearías volver a la pequeña pantalla si surgiese la ocasión?
Yo no dejé de trabajar en televisión porque lo decidiera, dejaron de contar conmigo. Si me ofreciesen la oportunidad de estar en un proyecto audiovisual que fuese interesante, estaría encantada de volver. Pero es cierto que requiere tanto esfuerzo, tanta energía y tanta dedicación solo el hecho de intentar estar en el circuito, y yo estoy completamente fuera de ese mercado, que ni siquiera es algo que me plantee. Yo ya no veo la ficción española como la veía antes, que siempre lo hacía analizando si en ese perfil podría haber encajado yo, si puede haber un episódico en el que puedes entrar, sabiéndote las tramas y hablando con tu representante, que es como la viven la mayoría de los actores que están en activo, sabiendo si puedes formar parte de ese proyecto, porque es trabajo. Yo hace mucho tiempo que no los veo así, los disfruto como espectadora.
Y a un teatro es casi más complicado todavía. Primero, porque las posibilidades de que alguien se acuerde de mí y me llame son ínfimas, porque no estoy activamente buscando ese trabajo. Tengo más posibilidades de que me toque la lotería. Y qué proyecto tendría que ser para poder ír de gira, o estar una temporada en Madrid. Porque un rodaje es distinto, tres meses me puedo organizar, familiar y profesionalmente, pero teatro… Eso sí, si llegase el caso, ya buscaría la manera, me lo pensaría muy bien. Es un veneno que está ahí.
No nos olvidemos del cine, donde trabajaste a las órdenes de Benito Zambrano en ‘La voz dormida’.
¡A Benito lo tuvimos aquí en la EMMA la semana pasada! Vino a hacer un taller de creación de personajes para casting. Hubo 30 personas en el taller, un fin de semana intensivo. Probablemente repitamos. Él no está acostumbrado a trabajar con actores aficionados, él da talleres y cursos a actores profesionales. Fue genial, porque lanzamos el taller y le dieron el Goya por ‘Intemperie’, y la gente preguntaba si de verdad venía. En cine he tenido dos experiencias, aparte de los muchísimos cortometrajes que tienes que hacer, porque dan experiencia y escuela. Mi aportación a ‘La voz dormida’, que como personaje es muy pequeñito, pero para mí es muy importante y ahí está, y la voz en off del final de la peli, que no lo he medido pero durará un minuto y ni siquiera se me ve la cara, si me preguntas con cuál me quedo probablemente me quedaría con ese trabajo.
Luego participé en otro proyecto, una película griega, ‘Dos’, dirigida por Stathis Athanasiou, que me llevó a rodar en Atenas. Es una película que ha tenido mucho recorrido por festivales independientes y ha ganado premios pero no se ha estrenado en salas. Para mí fue una experiencia, simplemente el hecho de que me llevaran a Atenas, estar con el equipo de rodaje allí, y estar conectada con Grecia, que siempre me ha llamado mucho la atención, fue alucinante. El cine me ha regalado dos proyectos que para mí han sido dos proyectazos a nivel personal.
Para terminar, ¿qué te gustaría hacer, profesionalmente, que aun no hayas tenido ocasión?
Me gustaría consolidar el proyecto de las Jornadas de Teatro del Siglo de Oro, que se nos diese la oportunidad de llevarlo a cabo en el tiempo. Y no está muy relacionado con el teatro, pero una asignatura que tengo pendiente es que me gustaría escribir y publicar algo. Novela, no teatro. Es más un sueño personal, ni siquiera me lo planteo como algo profesional, serio. Es algo que está ahí.